Las fobias no solo pueden ser a las alturas, la oscuridad o el encierro. Tal vez esas sean las más comunes, sin embargo existe una cantidad de trastornos de lo más variada. Aunque los síntomas y los tratamientos son parecidos, se puede tener un miedo irracional a casi cualquier cosa. En esta entrada te mostraremos que desde comidas, números hasta situaciones consideradas inofensivas pueden atemorizar a cualquiera.
Turofobia: miedo al queso
Todos los miedos que tengan que ver con comida realmente deben representar situaciones muy complicadas. Por ejemplo, ir al supermercado. Es habitual que existan muestras de distintos tipos de quesos en mostradores y pasillos.
Lo que para algunos puede ser una maravillosa oportunidad de comer un bocadillo gratis, para otros puede significar un momento de ansiedad y nervios, producto de un inofensivo queso. ¡Los empleados deben creer que el alimento había caducado o que el olor es insoportable!
Crematofobia: miedo al dinero
Esto sí que es difícil de imaginar. El mundo está gobernado por el dinero, y en cada situación cotidiana hay que estar en contacto con billetes. Aunque debe ser una fobia muy complicada de transitar, existen ciertas estrategias para quienes la padecen. Por ejemplo, el uso de tarjetas de crédito o métodos de pago digitales.
Claro, seguramente estas personas estén más que felices con la explosión de las criptomonedas y hayan volcado toda su economía a ellas.
Ombrofobia: miedo a la lluvia
No, no tiene nada que ver con los hombros ni con ninguna otra parte del cuerpo. Existe la fobia a la simple lluvia. Como la mayoría de ellas, puede estar relacionada a algún efecto traumático del pasado. En este caso, quienes la padecen pueden sentir los síntomas con solo ver un cielo nublado.
Para muchos es agradable y placentero dormir escuchando las gotas caer, incluso existen aplicaciones que lo simulan. Pero, para otros, pueden ser la peor pesadilla.
Triscaidecafobia: miedo al número 13
Esta fobia está relacionada con algo completamente cultural ya que, en muchos lugares del mundo, el número 13 arrastra supersticiones de todo tipo, casi siempre vinculadas con la mala suerte. Seguramente películas como “Viernes 13” tengan que ver con esta fama negativa.
Tal vez no sea tan grave como otras, debido a que es mucho más extraño cruzarse con un número 13, comparado a los quesos o billetes. Sin embargo, esto suele complicar a las investigaciones médicas. Son fobias extrañas que aún se encuentran en estudio.
Corofobia: miedo a bailar
Probablemente muchas personas hayan sufrido este miedo, aunque sea levemente. Está fuertemente relacionado con la vergüenza, con cometer algún acto ridículo en público. Y, de esta manera, que los demás se rían.
Por supuesto, para quienes esa situación se eleva a una fobia, todo se vuelve más grave, ya que los síntomas son comúnmente mareos, náuseas y ataques de ansiedad. Hay que ser muy cuidadoso con quién se invita a bailar. ¡Nunca se sabe qué fobias puede tener!
Pogonofobia: miedo a las barbas
Probablemente, hace 10 o 15 años, quienes padecían este miedo no tenían demasiados inconvenientes. Pero, para su mala suerte, las barbas tupidas se pusieron de moda rápidamente. Miles de jóvenes, y no tan jóvenes, muestran orgullosos sus vellos faciales por la calle.
Mientras tanto, los pogofóbicos vieron sus peores miedos hacerse realidad cada día con más frecuencia. Esta fobia puede causar que se asocie a las personas barbudas con cierta suciedad o escasa higiene y cuidado personal.
Macrofobia: miedo a las filas
Otra situación que para nadie es agradable. Es más compresible el sufrimiento de este tipo de fobias que las que tienen que ver con comidas o barbas. Sin embargo, es mucha la diferencia entre un simple malestar y una situación fóbica.
Para quienes la padecen, no importa qué destino tenga la fila. Puede ser desde trámites de documentos hasta una simple compra de helado. Al tratarse de situaciones tan comunes en el día a día, es importante buscar de manera urgente la superación del miedo.
Basofobia: miedo a caerse
Es muy probable que las personas comiencen a padecer esta fobia luego de una fuerte caída, que pudo haber provocado daños físicos o no, pero que seguramente tuvo algún efecto psicológico grave. También es común en personas que hayan tenido estados de cama o en silla de ruedas.
Tras un tiempo largo de tener movilidad reducida, suena lógico que el miedo a las caídas se vuelva una situación compleja. Pero, al igual que el resto, tiene solución con paciencia y ayuda profesional.
Hipopotomonstrosesquipedaliofobia: miedo a palabras largas
A diferencia de las anteriores, ésta realmente parece una broma de mal gusto. Pero, para gran sorpresa, es real. Tanto la fobia en sí misma como la palabra que se eligió para nombrarla. Habrá que buscar al autor o autora de la misma, ya que no fue de gran ayuda para quienes la padecen.
Las causas de este miedo pueden ser muy diversas, pero es seguro que se puede tratar como la mayoría: relacionándose poco a poco con el miedo en cuestión, y siempre con acompañamiento médico.
Filofobia: miedo a enamorarse
En este caso, se vuelve a las situaciones realmente complejas. Enamorarse, si bien no es una necesidad básica como comer o dormir, es parte de la vida y si se tiene una fobia para ello, puede impedir situaciones fundamentales. Aunque sean buenas o malas experiencias.
En muchas ocasiones, las personas con filofobia evitan las relaciones alcanzables. Es decir, ponen como excusa que se enamoraron de alguien inalcanzable, como un actor o alguien famoso, para dificultar que un amorío se concrete.
Hilofobia: miedo a los árboles
¿Qué daño puede hacerle un árbol a alguien? Visto desde afuera, es muy difícil llegar a comprender este miedo. Pero, probablemente, la razón sea un evento traumático, ocurrido en un bosque o con árboles cerca.
Las personas con hilofobia tienen graves dificultades en su vida cotidiana y, mientras no se sometan a un tratamiento, rearman y planifican los eventos de su vida en base a este problema. Por ejemplo, mudarse a lugares con poca densidad de árboles.
Fagofobia: miedo a tragar
Otro miedo que quizás muchísimas personas hayan atravesado, solo que no lo recuerdan. Esta fobia aparece con frecuencia en la niñez. La imagen del niño que no desear comer es más que común. Generalmente no representa un problema mayor, y al tiempo se le pasa.
Sin embargo, también puede ocurrir durante la vida adulta. En ese caso, la problemática es muy distinta, ya que puede traer problemas de nutrición. Por eso requiere un tratamiento rápido, el cual expone al paciente a enfrentar gradualmente su miedo.
Hexakosioihexekontahexafobia: miedo al número 666
Otra fobia relacionada directamente a cuestiones culturales, ya que el número 666 representa a la bestia, el diablo, o como se quiera llamar a un demonio poderoso y maligno. Probablemente las personas que la padecen sean religiosos o, muy sensibles a las supersticiones. De tanto miedo generado hacia el infierno, representado por ese número, pudo haberse generado una fobia.
Si bien no es tan frecuente de ver, en el momento en que sucede la víctima puede sufrir desde sudor fuerte hasta ataques de pánico.
Omfalofobia: miedo a los ombligos
Es comprensible que alguien tenga cierto rechazo por los ombligos. Esa parte del cuerpo nunca gozó de buena fama. Ya sea por sus posibles olores o por asociarse con la suciedad y la poca higiene, pero la marca del cordón siempre estuvo estigmatizada.
De todas formas, tener rechazo es una cosa y una fobia es otra distinta. Por más asco que se le tenga, no hay ningún tratamiento para ello. En cambio, cuando se trata de una situación fóbica, la ayuda terapéutica se vuelve fundamental.
Hafefobia: miedo a ser tocado
Qué difícil debe ser convivir con este miedo. Sobre todo si te encuentras en algún país Latinoamericano, ya que la calidez de sus habitantes puede llevar al tacto con mucha facilidad. La hafefobia puede derivar de causas diversas, por ejemplo, tras un evento concreto que arrastró su padecimiento.
Mientras se va desarrollando, la persona poco a poco va evitando las situaciones que tengan que ver con el tacto. Casi sin darse cuenta, pronto no permitirá que nadie la toque.
Sofofobia: miedo a aprender
Puede parecer una perfecta excusa para los jóvenes que no quieren ir a la escuela o que se resisten a estudiar. Pero está claro que la falta de ganas y las fobias no tienen nada que ver entre sí.
Debe ser muy difícil afrontar compromisos académicos o querer iniciar una carrera si se posee este miedo. Resulta extraño imaginar cómo es posible no aprender nunca, ya que en casi todas las situaciones de la vida se puede aprender.
Efebifobia: miedo a los adolescentes
De acuerdo, hay jóvenes que pueden resultar bastante difíciles de llevar. En ocasiones los adolescentes son rebeldes, irritables y desobedientes. Es una etapa compleja y cada uno la transita a su manera. Pero tenerles fobia parece demasiado.
Quienes la padecen evitan relacionarse con personas que tengan adolescentes cerca, como padres de jóvenes en esa edad. Incluso, en casos extremos, el paciente puede llegar a aislarse y evitar salir a la calle, pero no sucede con frecuencia.
Agirofobia: miedo a cruzar calles
En este caso, es muy común asociar la fobia con un recuerdo traumático, ya que pocas cosas pueden ser tan normales y cotidianas como cruzar la calle. Quienes la padecen seguramente tengan graves dificultades para llevar a cabo las tareas más simples, como ir a hacer un trámite o a trabajar. Un automóvil se vuelve demasiado indispensable para estos casos.
En casos graves, es común que eviten acudir a lugares nuevos, por el miedo a no saber con qué se van a cruzar.
Iatrofobia: miedo al médico
Otro de los miedos comunes en la infancia. En especial al dentista. ¿Quién no tuvo pesadillas con esos instrumentos extraños que te meten en la boca? Sin embargo, la iatrofobia se extiende a todos los tipos de médicos. Estas personas tienden a relacionarlos con el dolor, por eso hacen todo lo necesario para evitarlos.
Es probable, incluso, que terminen poniendo en riesgo su vida, por no tratar ciertas enfermedades o no querer vacunarse. Una situación que sin dudas se agrava en el contexto actual.
Optofobia: miedo a mirar
Esta fobia tiene que estar entre las más graves del mundo. La primera y más fundamental acción del día, antes que comer, trabajar o estudiar, es abrir los ojos. Quienes la sufran deben tratarla inmediatamente.
Se relaciona, específicamente, con esas situaciones donde se tiende a cerrar los ojos. Por ejemplo, al mirar una película de terror o viajar en una montaña rusa. Sin embargo, evitar la mirada en otros momentos puede representar algún peligro o problema de mayor gravedad.
Ergofobia: miedo al trabajo
En los ambientes laborales son muchas las posibilidades de que sucedan eventos negativos, que pueden volverse traumáticos. Por ejemplo, el maltrato por parte de un jefe, la exigencia por encima de las posibilidades o el estrés.
Probablemente este tipo de fobia esté relacionada con alguna de esas situaciones. Aunque no debe ser nada fácil superarla, debe ser tratada, ya que seguramente dificulte el ingreso de dinero. Quizás con la ampliación del home office estas personas puedan estar más aliviadas.
Vestifobia: miedo a vestirse
Un elemento fundamental para convivir en casi cualquier sociedad del mundo: la ropa. Si se tiene un miedo fóbico al acto de vestirse, es muy probable que la persona permanezca tiempo de más en el hogar.
Además, la estrategia que suelen utilizar para esquivar sus miedos es vestirse con poca ropa o prendas holgadas. En ocasiones, esta fobia se vincula con un tipo de vestimenta en particular, logrando que quien la padece evite por todos los medios utilizarla.
Antrofobia: miedo a las flores
Una fobia muy difícil de comprender para quien no la padece. ¿Cómo podría generar temor de una inofensiva flor? Incluso las carnívoras suelen alimentarse de pequeños insectos, y no de carne humana, por lo que no existe riesgo alguno.
Pero, como se pudo observar, existen fobias de lo más variadas. En el caso de la antrofobia, puede llegar producto de una reacción alérgica grave al haber tenido contacto con una flor. En ese caso, es más comprensible que no se quiera volver a estar cerca de una.
Uranofobia: miedo al cielo
Una fobia un tanto compleja. Tiene que ver, nuevamente, con ciertos sentimientos supersticiosos y también está relacionada con la religión y las creencias espirituales. Quienes la experimentan, en realidad, el temor que tienen es a no ser dignos de alcanzar el cielo.
Por este motivo está fuertemente vinculada con el miedo a la muerte, otra fobia que es más común y muchas personas experimentan, aunque sea de manera leve. El tratamiento también resulta complejo, ya que es difícil enfrentar a la persona, poco a poco, con su miedo.
Tripofobia: miedo a los agujeros
Este temor, aunque parezca extraño, es más común de lo que se cree. Muchas personas experimentan sentimientos de rechazo, asco y temor a los objetos con agujeros. El ejemplo típico es la flor de loto, pero no es el único.
Lo que resulta un poco más sencillo, en este caso, es la forma de tratarla. En general, casi todas las fobias se solucionan poniendo al sujeto en contacto con la situación que le causa problemas. Por supuesto, tiene que ser una exposición gradual y acompañada.
Gelotofobia: miedo a la risa
En principio, nadie puede pensar que la risa genere miedo o ansiedad. Se trata de una de las sensaciones más agradables para el ser humano. Nada mejor que una reunión con amigos o familiares donde abunden las risas.
Sin embargo, este temor tiene un estrecho vínculo con la vergüenza o la humillación, al igual que la fobia a bailar. Quienes la padecen no tienen miedo a reírse, sino que creen que los demás se ríen de ellas permanentemente. Por eso evitan los grupos donde está sucediendo esta acción.
Falacrofobia: miedo a la calvicie
Si juzgamos a las fobias por su nivel de empatía, esta es, sin dudas, una de las más comprensibles. Un temor típico de los hombres, e incluso las mujeres, cuando va llegando a la adultez. Es muy común buscar antecedentes familiares, en padres o abuelos, para comprobar en qué momento puede acechar la calvicie.
Por supuesto, la falacrofobia lleva este temor a situaciones extremas, que pueden causar ansiedad, angustia, nervios y hasta ataques de pánico. No son casos que se arreglen con una peluca.
Papafobia: miedo al Papa
Aunque parezca lo contrario, la fobia al Papa no tiene que ver con un miedo o rechazo a la religión católica o a una creencia en particular. El trastorno ocurre cuando la figura del Papa impacta negativamente en la vida de un sujeto, por asociarlo a algún evento traumático de carácter personal.
Otro caso difícil de tratar, debido a que puede resultar muy costoso viajar hasta Roma, sin mencionar que pedir una cita con el Sumo Pontífice para tratar una fobia debe resultar prácticamente imposible.
Metrofobia: miedo a la poesía
Si bien este trastorno se relaciona con la lectura en general, quienes lo padecen tienen un particular rechazo por el formato de la poesía. De esta manera, evitan hasta el extremo leer en voz alta un libro, por temor a que contenga frases de este género.
Además, las postales, mails o tarjetas con frases inspiradoras no son para nada de su agrado, por lo que un gesto cordial o cariñoso para estas personas puede resultar un acto de odio y maldad.
Cinofobia: miedo a los perros
Qué lástima por las personas que sufren este trastorno. Debería ser tratado con la mayor rapidez posible, porque la compañía de un canino es inigualable. Aunque pueda parecer difícil de entender que exista semejante trastorno, se vuelve posible en el momento que se describe su origen.
Es muy común que surja por situaciones traumáticas en la infancia o también en la adultez. Probablemente estas personas hayan tenido una mala experiencia al cruzarse con algún perro agresivo, los cuales pueden llegar a ser peligrosos.
Podofobia: miedo a los pies
Otra de las más comunes y entendibles. Por un lado, están quienes demuestran una afición desmedida hacia esta parte del cuerpo. Pero, por el otro, es causante de rechazo en buena parte de la población. Su vínculo automático con la suciedad y los malos olores hace que tengan una pésima reputación.
Mención aparte para los creadores de este helado, quienes hicieron caso omiso de esa fama y lanzaron un pie dulce y comestible. Debe haber estado lejos del fracaso, ya que se mantuvo en el mercado durante mucho tiempo.
Espectrofobia: miedo a los reflejos
No, no tiene que ver con creerse feo y evitar el espejo por rechazo a la imagen de uno mismo. Este trastorno está más bien relacionado con lo sobrenatural, debido a que los espectros que se temen son imágenes paranormales.
Las típicas películas de terror con escenas donde se pueden ver reflejos de personas que no están allí son, probablemente, grandes responsables de esta fobia. Los pacientes evitan estar a solas en lugares oscuros o cerrados.
Ailurofobia: miedo a los gatos
Estos animalitos son objeto de debate en la sociedad. Generan tanto amor como odio. Muchas personas son amantes extremas de los felinos, mientras que otras los asocian con alergias, suciedad y supersticiones.
El último punto es el que lo puede llevar hasta una fobia. Quienes sufren ailurofobia tienden a relacionar a los felinos con la magia negra, la brujería y el mal. Por supuesto, el más temido es el gato negro, víctima de una larga lista de leyendas oscuras.
Catisofobia: miedo a sentarse
Hay dos grandes causantes, aunque no los únicos, de este trastorno. Por un lado, la relación con algún castigo sufrido durante la infancia o los días de escuela. Probablemente haya habido algún profesor o tutor que acostumbraba al niño a sentarse en un rincón cuando se comportaba mal.
Por el otro, el temor al sobrepeso. Sin embargo, en cualquiera de estos casos, debe tratarse al paciente con cuidado y no bruscamente. La terapia y el acompañamiento son fundamentales para superarla.
Gerontofobia: miedo a la vejez
En el caso de esta fobia, no es tanto el miedo o rechazo hacia la gente mayor, sino que está vinculado al temor por envejecer. Probablemente quienes la padecen tengan una reacción negativa al cruzarse con un anciano, pero tiene que ver con que les recuerda una etapa a la que inevitablemente se va a llegar.
El vínculo con la debilidad física, las enfermedades, el deterioro y la dependencia son característicos en este trauma. La llegada de la tercera edad está fuertemente relacionada con todo eso.
Amatofobia: miedo al polvo
Un trastorno que tiene relación directa con la obsesión por la limpieza. Son muchas las personas en el mundo que tienden a ponerse de mal humor o sentir fuertes malestares si el ambiente en el que se encuentran no está reluciente.
Sin embargo, la amatofobia alude directamente al polvo, más allá de otro tipo de suciedades. Los pacientes generan una fuerte ansiedad al convivir con restos de elementos que pueden ocasionarlo. Por supuesto que no pueden pasar ni cerca de una obra en construcción o una cancha de tenis.
Alodoxafobia: miedo a opinar
Otra fobia que resulta curiosa y, quizás, poco comprensible para quienes no la padecen. Sin embargo, también en este caso está vinculado con la vergüenza y el temor a hacer el ridículo. Negarse a emitir opiniones en público por decir alguna incoherencia parece algo más común.
Pero no puede usarse como excusa para esquivar una exposición oral en la escuela o la universidad. Es más conveniente tratarla previamente, para no tener que llegar a esa instancia.
Nomofobia: miedo a los teléfonos
Este trastorno es de los más novedosos y actuales. Con la aparición de los smartphones y los teléfonos portátiles, millones de personas están en contacto estrecho con ellos durante buena parte del día. Si bien esto ha representado grandes ventajas en muchos aspectos, también trajo dificultades psicológicas de todo tipo.
Está relacionada con la ansiedad de no poder estar sin el teléfono, algo que le sucede a cada vez más adolescentes, pero también a gente de todas las edades.
Rutilofobia: miedo a los pelirrojos
En la antigüedad, las personas pelirrojas fueron asociadas con todo tipo de maldiciones y leyendas. Han llegado a ser discriminadas y excluidas de muchas sociedades. Si bien todo eso quedó en el pasado, la historia suele arrastrar secuelas de estos actos.
Una de ellas es la rutilofobia, es decir, el temor extremo que el paciente crea hacia los pelirrojos. Afortunadamente, hoy se comprende con claridad que el problema no lo tienen los colorados, sino quienes padecen la fobia.
Xantofobia: miedo al color amarillo
Una fobia de los más curiosa e incomprensible. Básicamente se trata de tener un miedo irracional a todo lo que sea de color amarillo. Por supuesto, también tiene que ver con un condimento supersticioso, ya que en muchas culturas este color está asociado directamente con la mala suerte.
Si bien parece un poco más sencilla de transitar en comparación con otras, lo mejor es tratarla y superarla. ¡Nunca se sabe cuando te puedes cruzar con un pequeño patito!